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viernes, 5 de octubre de 2018

LA CONSTANCIA EN EL DEPORTE

Cuantas veces nos hemos propuesto hacer deporte con regularidad, sobre todo a partir de ciertas fechas: primeros de año, Semana Santa, verano, a la vuelta de las vacaciones... Incluso nos hemos llegado a apuntar en un gimnasio para conseguir nuestro propósito con un resultado desalentador.
Se empieza con mucha ilusión y ganas, pero esta fuerza inicial se desvanece en uno o dos meses. Al cabo de cierto tiempo terminamos abandonando casi por completo la actividad física. Un día no vamos porque nos surge algún imprevisto, pero a las pocas semanas cualquier excusa nos tumba en el sofá. ¿Por qué no somos constantes haciendo ejercicio físico?
Hay diversos motivos, pero el principal es el no haber hecho deporte con asiduidad desde niños, algo importantísimo a la hora de hacer ejercicio en la edad adulta. Si uno está acostumbrado a una rutina de entrenamientos semanales, es más fácil y natural salir a correr, montar en bici, nadar, o ir al gimnasio.
Será una actividad más que estará incorporada en nuestra secuencia de acciones diarias, como el comer o levantarse y por lo tanto no requerirá un esfuerzo mental extraordinario. Pero, si por el contrario, no estamos acostumbrados a esta situación, porque no la reconocemos en nuestro patrón de conductas, el resultado será que para hacer deporte tendremos que desplegar una voluntad de hierro.
Lo primero que hay que decir es que no debemos cerrarnos a ninguno y habrá que desprenderse de las ideas preconcebidas: como por ejemplo que correr, andar en bici, nadar, ir al gimnasio es un aburrimiento. Conozco gente que empezó a correr sin gustarle para nada, y terminó corriendo maratones. Otro aspecto fundamental es no saltarse ninguno de los principios del entrenamiento, como la progresión. Cuanta gente decide salir a correr, coger la bicicleta o volver al gimnasio, después de meses o incluso años sin moverse y entrena al 80% de su capacidad con un resultado de agujetas descomunales y por tanto inmovilidad funcional para la vida ordinaria durante cuatro o cinco días. Lo lógico es que se empiece a un nivel suave, aumentando cada semana el tiempo y la intensidad, con tres sesiones semanales, para luego pasar a cuatro y después a cinco o incluso seis. Otro aspecto a tener en cuenta es el material. Si no es el adecuado puede echar por tierra un buen comienzo. Si voy a correr usaré unas zapatillas específicas y no unas para jugar al tenis.
Con estas pautas, podremos comprobar por nosotros mismos, que después de unos meses practicando con asiduidad ejercicio físico, notaremos incluso que nos encontramos mal si faltamos a nuestra cita. Debemos sustituir la palabra "tener" por "necesitar", es decir, no "tengo" que hacer deporte, sino "necesito" hacer deporte. Tampoco hay que desanimarse si algún día puntual no somos capaces de realizar nuestra dosis de ejercicio, ya sea por acumulación de trabajo o simplemente por cansancio mental. Seremos contantes en nuestro momento de ocio deportivo incluso si fallamos alguna vez al mes. Recuerda siempre esta celebra frase de Albert Einstein: "Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad".
¿Cómo se inicia un niño en el ejercicio físico?
El papel de los padres es fundamental, ya que deben ser ellos los que fomenten que su hijo practique el deporte que en principio el niño quiera desde muy temprana edad. Por supuesto que para que un niño disfrute de la actividad deportiva debe de dar con buenos profesionales: una mala experiencia puede tumbar una ilusión. Para un niño que se inicia en un deporte, lo ideal es que empiece en una liga suave (si practica un deporte de equipo), donde el nivel sea el adecuado al suyo, para que pueda cosechar experiencias de éxito, fundamental para la continuidad, motivación, autoestima y su desarrollo como individuo.

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